¿Qué os parece si hablamos sobre las carreras de carros en los circos en un #HiloRomano? Conoceremos los detalles y a los protagonistas del deporte más apreciado en la antigua Roma. Haz RT para compartir la cultura romana #DivulgaciónDeCalidad #LudiRomani
Las carreras de carros -ludi circenses- son el deporte más seguido de forma continuada a lo largo de la historia de la humanidad. Sus orígenes son anteriores a los romanos, siendo realizadas ya por etruscos y griegos y se siguió practicando en el Imperio bizantino hasta el s. X
En el mundo romano las carreras más comunes eran las de carros de cuatro caballos -quadrigae- y las de dos -bigae- aunque existían de tres y otras modalidades en las que un segundo hombre, que iba en el carro con el auriga, debía dar también varias vueltas corriendo por la pista.
Las carreras de carros eran el deporte estrella de la antigua Roma, ni siquiera las luchas de gladiadores eran tan seguidas. El Circo Máximo de Roma tenía una capacidad para más de 150.000 personas, más del doble de aforo que el Coliseo.
A pesar de su popularidad, algunas figuras destacadas como Cicerón, Plinio el Joven o el mismísimo Julio César dejaron constancia de su animadversión hacia las carreras de carros. Cicerón incluso se marchaba de Roma para no oír hablar del tema a todas horas cuando había carreras.
En las carreras de carros existían cuatro grandes equipos -factiones- que presentaban una gran rivalidad entre ellos. La factio russata -roja- simbolizaba el verano; la albata -blanca- el invierno; la veneta -azul- el otoño y la prasina -verde- la primavera.
Muchos emperadores apoyaban públicamente a alguno de los equipos, sobre todo a las factiones veneta o prasina. Domiciano llegó a crear dos nuevos equipos: púrpura y dorado, pero tras su asesinato fueron eliminados.
Las carreras de circo tenían un funcionamiento bastante simple. Los carros salían desde las carceres -casillas de salida similares a las de los hipódromos actuales- y daban siete vueltas en el sentido contrario de las agujas del reloj alrededor de la spina central.
La parte más peligrosa de las carreras de carros era el giro en los extremos de la spina, conocidos como metae -de donde procede nuestra palabra meta como linea de llegada de una carrera-. Allí los carros podían volcar o chocarse unos contra otros.
Los accidentes en la pista se denominaban naufragia -singular naufragium- de donde viene nuestra palabra naufragio, aunque en este caso no tenían nada que ver con el mar. Los encargados de frenar los carros en carrera y retirar a los accidentados eran los llamados moratores.
La pasión de los espectadores por su equipo llegaba hasta extremos insospechados. Algunos tiraban jarros, piedras y otros objetos a la pista para hacer que los carros de los equipos contrarios se estrellaran. Unos jóvenes eran los encargados de retirarlos, arriesgando su vida.
En cada carrera debían competir, al menos, un carro de cada equipo, pudiendo llegar a tener hasta cuatro representantes cada uno, lo que suponía un total de 16 carros disputándose el espacio en la pista. Sin embargo, lo más frecuente es que hubiera cuatro u ocho carros en carrera
La spina central del Circo Máximo de Roma contaba con diversos monumentos a dioses como Magna Mater, Ceres o el Sol, así como los contadores de las siete vueltas de la carrera en forma de huevos y delfines.
En el año 10 a. C. Augusto ordenó colocar en el Circo Máximo un obelisco de 24 metros traído de Egipto en honor del dios Sol. En 1587 los restos de este obelisco, y de otro que se había añadido en el s. IV, fueron realzados en la Piazza del Popolo y junto a San Juan de Letrán.
En Roma existían varios circos y estadios -que se diferenciaban de los anteriores porque en ellos solo se realizaban pruebas atléticas-. El más famoso es el Circo Máximo (1), pero existían el Flaminio, el de Calígula -Vaticano- (2) o el estadio de Domiciano -Piazza Navona- (3).
Los aurigas que dirigían los carros -agitatores equorum- eran jóvenes -sabemos de algunos que comenzaron con 13 años- que se jugaban la vida en cada carrera. Muchos no llegaban lejos, pero si lograban las suficientes victorias podían llegar a hacerse ricos y famosos.
Los aurigas fichaban por uno u otro equipo según iban mejorando en las carreras. Si competían bien podrían hacerse famosos y ricos como el lusitano Cayo Apuleyo Diocles, el mejor auriga de la historia -al menos eso dice en la lápida que le dedicaron sus seguidores tras su muerte-
En su lápida conmemorativa también se cuenta que Cayo Apuleyo Diocles empezó a competir a los 18 años, fue contratado por los cuatro equipos sucesivamente y a los 42 años se retiró, rico y famoso, tras haber ganado 1462 carreras en el circo y 36 millones de sestercios.
A lo largo de los siglos, las factiones verde y azul, que quizá habrían surgido después que la blanca y la roja, fueron tomando cada vez más prestigio. En el s. III la blanca se unió a la verde y la roja a la azul, formando dos grandes equipos de conjunto.
Las carreras de carros, a diferencia de los combates de gladiadores, no fueron prohibidas por el cristianismo. En Roma la última carrera de circo tuvo lugar en el siglo VI, pero en Constantinopla se siguieron disputando ininterrumpidamente hasta, al menos, el siglo X.
Hasta aquí un nuevo #HiloRomano en conmemoración de los #LudiRomani que se celebraban en Roma del 4 al 19 de septiembre de cada año.
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