Tengo un panorama que empieza a partirme el corazón. Hace unos meses que gestiono un pequeño equipo de traductoras externas y la reacción cuando me piden un día más y se lo doy sin problemas o les explico que no queremos que trabajen durante el fin de semana por nosotros es...
No sé describirla. Una de ellas incluso parece sentir cierto rechazo cuando en algún encargo las aviso de antemano de que la fecha de entrega puede ser flexible si esa semana tienen mucha carga de trabajo. Si te dejan hacerlo bien a ti, es fácil conseguir márgenes amplios.
Teniéndolos, es posible dar fechas de entrega generosas y que además te queden varios días más de sobra para posibles imprevistos, aunque ya estén contemplados en la fecha original. Y así, en épocas de urgencia extrema, la gente arrima el hombro sin pensárselo dos veces.
Al principio agradecía mucho el entusiasmo del resto, pero ahora solo me preocupa saber a qué clase de condiciones de trabajo están acostumbradas unas y otras cuando lo único que les estás dando es un poco de flexibilidad y de organización. Lo que tendría que ser la norma, vamos.
Es evidente que es la excepción cuando llega la hora de coger vacaciones y te preguntan si va a suponer un problema y, antes de que puedas responder, ya han buscado la forma de llevarse el ordenador y joderse su tiempo de descanso haciendo malabares para que tú no sufras.
Como empresa, es NUESTRO deber disponer de soluciones, pero también intuyo cierto miedo a perder al cliente. «¿Entonces vais a buscar a otra persona?». Está ese temor a que te sustituyan, incluso después de años de colaboración, por irte dos semanas a descansar. Y me aterra.
Sé perfectamente que esta es la realidad para muchísimos autónomos, pero también está en nuestra mano cambiarla. Yo intento poner mi granito de arena defendiendo otra forma de hacer, pero me doy cuenta de que me va a llevar años convencerlas a ellas de que no son de usar y tirar.
Si hablamos de nuestros colaboradores como «recursos», empieza a haber un problema. Ojalá desandemos algo de camino y seamos capaces de recordar que detrás de la pantalla hay una persona, y que ser autónomo nunca debió convertirse en sinónimo de ser esclavo de tu trabajo.
Y si algún día ya nadie me permite dar ese margen, si de repente alguien se olvida de que trabaja con personas y quiere otra cosa, seré la primera en cerrar la puerta al irme. Y lo digo convencida porque lo he hecho antes. De momento no me ha matado de hambre. #xl8, pero bien.
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